Centenares de sacerdotes católicos norteamericanos se pasaban por la piedra la carne más tierna e inocente que tenían a mano. El escándalo es de proporciones bíblicas, en el sentido del Antiguo Testamento, de aquel Yahveh violento y vengativo. Han pagado una fortuna en dólares para hacer callar a las víctimas y esconder la complicidad de la jerarquía norteamericana y vaticana. Y ahora encima quieren extender la mierda, literalmente, sobre el conjunto de la sociedad: El Vaticano afirma que los abusos sexuales en menores no son sólo un problema católico. Como de costumbre, cuando les conviene todos somos pecadores, y cuando no les conviene, sólo lo somos el resto, mientras que ellos se convierten en un ejemplo de perfección cristiana... y nos ayudan a purificarnos. Lástima que ahora no tengan inquisiciones y hogueras a mano ...
El escándalo de los abusos sexuales con niños ha estallado por enésima vez en los Estados Unidos, un gran país con grandes defectos pero también con grandes virtudes: en la vieja España/Cataluña todavía discutimos con los obispos por la separación Iglesia/Estado, por la asignatura de Educación por la Ciudadanía, por los dinerillos que generosamente les pasamos con cargo a los impuestos... Tal vez, si este país hubiera hecho en su momento la revolución liberal que nos perdimos, ahora estaríamos ventilando los armarios de la vieja y obsesiva relación de la iglesia católica con el sexo. Edificante y ejemplar, sin duda... Bastaría con eso para ahorrarnos todas estas patéticas trifulcas y para poner algunas cosas en su sitio. Y para liberarnos un poco más de su afán esclavizador…
El cristianismo literalista cree a rajatabla en una serie de evangelios esmeradamente manipulados a lo largo de los siglos. Los considera literalmente la palabra de Dios. No vale demasiado la pena discutir con este ejército de brillantes falsificadores, pero sí servirles una ración generosa de su propia medicina. El evangelio según Mateo, 18, 1-5, por ejemplo. “Entonces los discípulos dijeron a Jesús: ¿quién es el mayor en el reino de los cielos? Llamó entonces a un niño, lo puso en medio de ellos y dijo: En verdad os digo, si no cambiáis y os hacéis como los niños, no entraréis en absoluto en el reino de los cielos. Aquél, pues, que se haga como este niño será el mayor en el reino de los cielos. Y quien acoge un niño como éste en nombre mío, a mí me acoge. Pero si alguien hace caer a uno de éstos pequeños que creen en mí, más le valdría que le colgaran en el cuello una muela de molino y lo hundieran en medio del mar..." Sea, pues: tomémoslo al pie de la letra, como ellos prefieren... cuando les conviene, claro está. Estos son los inconvenientes de creer las cosas literalmente: lo que hacían a estos niños y niñas -y lo que la jerarquía católica escondía- se lo estaban haciendo al mismísimo Jesús. Ni más ni menos. Palabra de su Dios ...
18 de jul. 2007
Sexo con Jesús
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