24 de jul. 2007

Ciutadà Polanco

Era Polanco el citizen Kane a l’espanyola? No. Comparar-lo amb Hearst és indigne.
Era un gran periodista-empresari de comunicació, un editor brillant, un temible tauró dels negocis. Ni Rosebud ni manies raretes: una altra mena de mite. Una llegenda de la transició, íntimament lligada al diari El País i al seu “soci” Cebrián: una “parella de fet” indestructible, que durant 32 anys molta gent va intentar separar infinitat de vegades. Era el Jesús del gran poder? Home, sí. Clar. Polanco, amb totes les seves llums i ombres, era una rara avis, un dels escassos exemplars supervivents de la burgesia il.lustrada madrilenya, espècie en vies d’extinció. Una burgesia molt francesa, encara que aquí mai no han tingut gaire predicament els afrancesats. Liberal, laic. Hereu de la millor tradició reformista espanyola, una excepció també en un paisatge brutal, de blanc i negre. Va donar cobertura al projecte més semblant al vell projecte reformista liberal que hi havia a mà: Felipe González. I van fer plegats un viatge prometedor fins que González va naufragar en els mars de la corrupció, tan espanyola, i va reaparèixer el fantasma de la vella i brutal dreta espanyola, liderada per Aznar: “lobos con piel de cordero”. La relació de González i Polanco, que van ser bons amics, mereix tot un llibre: El País, a partir d’un determinat moment, raonablement coherent amb els seus principis i raonablement decent també, va posar la proa contra el desgavell de l’era felipista.

De tota la seva elegia, més enllà dels impresentables que ni en la seva mort s’han estalviat passar-li velles factures, el que més m’interessa és la sòlida relació Polanco-Cebrián. El secret? El mateix Cebrián ho recordava en un article aquest diumenge: “Es muy fácil. Se llama lealtad mútua”. Al restaurant Sacha de Madrid, el març de 1976 van firmar un pacte de sang entre un periodista i un empresari. Un pacte insòlit: he conegut al llarg dels anys molts empresaris de comunicació i sé el que dic.

Eren capaços d’engegar-se a fer punyetes, de discutir, però sense trencar mai el pacte fundacional, la lleialtat mútua, la confiança autèntica. Sobre la desconfiança no s’edifica res, encara que hi hagi qui la predica i la practica com a suposada virtut empresarial o directiva. Sobre la deslleialtat, tampoc. Polanco rebia el diari al matí, quan ja no tenia remei. No era un editor tutelador-vigilant, la qual cosa no vol dir que fos un angelet ingenu ni que visqués a dalt d'un núvol. Però tenia clar que tot el seu imperi editorial reposava sobre un principi clau: la independència. I la garantia d’això era el respecte a la divisió de poders, al paper del director del diari i de la redacció. En definitiva, el respecte al lector.

Aquest és l’altre secret del pacte que van fer Polanco i Cebrián el 1976. El respecte, de veritat, no només de boquilla, al lector. Ell/ella és la garantia de la independència d’un mitjà de comunicació, l’autèntic propietari/a del mitjà, que cada dia, quan va al quiosc, esdevé no només el client, sinó l’autèntic jefe.

El jefe és el lector, la lectora.

L’autèntic pacte és entre el mitjà i els lectors, espectadors o oients. Els jefes de veritat, una mica a l’estil Mercadona/Roig. La història de l’èxit d’El País no es pot entendre sense aquell pacte de sang entre dos homes disposats a fer realitat un somni a través de les misèries humanes, pròpies i alienes, però sense embrutar-se les mans més del compte, sense rebaixar-se a la indignitat. Un pragmatisme idealista, un idealisme pragmàtic, que és el sostre de la condició humana. Recordar-ho és el millor homenatge possible al 50% d’un equip de companys de mil-i-una batalles que la mort acaba de trencar.

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Ciudadano Polanco

¿Era Polanco un citizen Kane a la española? No. Compararlo con Hearst es indigno.
Era un gran periodista-empresario de comunicación, un editor brillante, también un temible tiburón de los negocios. Ni Rosebud ni manías raritas: otro tipo de mito. Una leyenda de la transición, íntimamente ligada al diario El País y a su "socio" Cebrián: una "pareja de hecho" indestructible, que durante 32 años mucha gente intentó separar infinidad de veces. ¿Era el Jesús del gran poder? Hombre, sí. Claro. Polanco, con todas sus luces y sombras, era uno rara avis, uno de los escasos ejemplares supervivientes de la burguesía ilustrada madrileña, especie en vías de extinción. Una burguesía muy francesa, aunque aquí nunca han tenido mucho predicamento los afrancesados. Liberal, laico. Heredero de la mejor tradición reformista española, una excepción también en un paisaje brutal, de blanco y negro. Dio cobertura al proyecto más parecido al viejo proyecto reformista liberal que había a mano: Felipe González. E hicieron juntos un viaje prometedor hasta que González naufragó en los mares de la corrupción, tan hispánica, y reapareció el fantasma de la vieja y brutal derecha española, liderada por Aznar: lobos con piel de cordero. La relación de González y Polanco, que fueron buenos amigos, merece todo un libro: El País, a partir de un determinado momento, razonablemente coherente con sus principios y razonablemente decente también, puso la proa contra el desbarajuste de la era felipista.

De toda su elegía, más allá de los impresentables que ni en su muerte se han ahorrado pasarle viejas facturas, lo que más me interesa es la sólida relación Polanco-Cebrián. ¿El secreto? El mismo Cebrián lo recordaba en un artículo este domingo: "Es muy fácil. Se llama lealtad mutua". En el restaurante Sacha de Madrid, en marzo de 1976 firmaron un pacto de sangre entre un periodista y un empresario. Un pacto insólito: he conocido a lo largo de los años a muchos empresarios de comunicación y sé lo que digo.

Eran capaces de mandarse a hacer puñetas, de discutir, pero sin romper nunca el pacto fundacional, la lealtad mutua, la confianza auténtica. Sobre la desconfianza no se edifica nada, aunque haya quien la predica y la practica como supuesta virtud empresarial o directiva. Sobre la deslealtad, tampoco. Polanco recibía el diario por la mañana, cuando ya no tenía remedio. No era un editor tutelador-vigilante, lo cual no quiere decir que fuera un angelito ingenuo ni que viviera en lo alto de una nube. Pero tenía claro que todo su imperio editorial reposaba sobre un principio clave: la independencia. Y la garantía de eso era el respeto a la división de poderes, al papel del director del diario y de la redacción. En definitiva, el respeto al lector.

Éste es el otro secreto del pacto que hicieron a Polanco y Cebrián en 1976. El respeto, de verdad, no sólo de boquilla, al lector. Él/ella es la garantía de la independencia de un medio de comunicación, el auténtico propietario/a del medio, que cada día, cuando va al quiosco, se convierte no sólo en el cliente, sino en el auténtico jefe.

El jefe es el lector, la lectora.

El verdadero pacto es entre el medio y los lectores, espectadores u oyentes. Los jefes de verdad, un poco al estilo Mercadona/Roig. La historia del éxito de El País no se puede entender sin aquel pacto de sangre entre dos hombres dispuestos a hacer realidad un sueño a través de las miserias humanas, propias y ajenas, pero sin ensuciarse las manos más de la cuenta, sin rebajarse a la indignidad. Un pragmatismo idealista, un idealismo pragmático, que es el techo de la condición humana. Recordarlo es el mejor homenaje posible al 50% de un equipo de compañeros de mil y una batallas que la muerte acaba de romper.

2 comentaris:

Zapata ha dit...

Cierto lo que dices en tu Blog. Palabra por palabra. Conocí a Don Jesús en México hace ya varios años. Inició aquí un proyecto que alguna vez debería debería retomar, porque el mejor diario en español de este planeta debe y puede publicarse en el país donde viven mas de cien millones de hispanoparlantes. A su vez padres, hermanos o hijos de otros veinte millones de mexicanos que viven en Estados Unidos.
¿Porqué Jesús de Polanco cesó en su proyecto de editar El País en mi país? La respuesta merece el espacio de un libro. Alguna vez alguien lo escribirá.
Boien por tu blog, Rovira.

FZL

JR&OC ha dit...

>Zapata: Te agradezco el comentario. Harías bien escribiendo tú ese libro pendiente... Y El País ejerciendo de gran periódico hispanoamericano... Seguiré tu blog, allá nos vemos...